Leo
las reseñas y críticas de los blogs, de los que supongo
adolescentes o muy jóvenes (y desde luego iletrados en alta
literatura) y en todos encuentro la preocupación por lo poco "que
engancha" el principio y por lo que tiene que mentir Seraphina
para no descubrir su monstruosidad, es decir, para ser aceptada
socialmente.
Respecto
a la primera: es bastante incoherente criticar las descripciones y
presentaciones de personajes por esta razón, y dos líneas más
abajo, alabar la excelente construcción de un mundo donde todo
encaja (personajes, tiempos, relaciones). Desde mi (madura... vale,
viejuna) experiencia lectora, no catalogaría este texto como
libro-montaña (de los que cuesta subir, pero cuando contemplas las
vistas desde la cima valoras el esfuerzo). Desde la primera línea me
sentí atraida por lo que le ocurriría a este ser cuyo primer
recuerdo era la muerte de su madre en su nacimiento, o incluso el
estado idílico de la placenta.
Y
en cuanto a la segunda, entiendo que esta es LA preocupación de esta
edad, pero no deja de sorprenderme como oscurece -vamos ciega- el
resto de características que me han encantado: la atención a los
“grotescos”, la búsqueda de su genealogía y, por tanto,
identidad.
El
conflicto por la aceptación de la propia esencia, de lo que nos hace
únicos y distintos al resto, de aquello por lo que somos un
“no-otro”, debatirnos entre lo que somos y lo que queremos ser,
se vuelve insoportable si lo que somos implica tener escamas en la
cintura y poderes de dragón, y lo que queremos ser es una simple
humana.
Este
libro es la presentación de Seraphina, hija de dragona encubierta en
cuerpo humano (saar) y un hombre, mutante destinada a habitar dos
mundo en una paz acordada pero con unas diferencias irreconciliables.
Siendo
esta historia heredera de toda la tradición fantástica (con su
dragomaquia) y, a la par, de los mundos de Marvel y sus X-men,
resulta increíblemente original en la construcción de la historia y
de los personajes. En este sentido, es incisiva su crítica a una
sociedad dividida en estamentos (o “castas” que dirían algunos
ahora) relacionados entre sí por el odio en los sectores
mayoritarios, y por la permanente defensa de la coexistencia en paz y
aprendizaje de las mutuas diferencias, desde las minorías
intelectuales. Ideal tan ilustrado como olvidado, quizás por eso,
tan sorprendente que sea el hilo conductor de una historia para
jóvenes.
Esquemática
y visualmente el libro lo dejaría así:
Lo
mejor,
la inclusión de un jardín mental con sus grotescos, a los que tiene
que cuidar cada noche, y que habitan ambos mundos.
Lo
más trágico:
una madre en formato recuerdos que la desmayan, la desarman y casi la
destruyen, cada vez que se hacen presentes.
Lo
peor:
la arquetípica y trasnochada historia de amor entre el príncipe (al
que le gusta la rarita que se le resiste) y la que se considera fea y
de otra clase social (enamorada de imposibles y adicta al rechazo).