martes, 10 de marzo de 2015

SERAPHINA – RACHEL HARTMAN

Leo las reseñas y críticas de los blogs, de los que supongo adolescentes o muy jóvenes (y desde luego iletrados en alta literatura) y en todos encuentro la preocupación por lo poco "que engancha" el principio y por lo que tiene que mentir Seraphina para no descubrir su monstruosidad, es decir, para ser aceptada socialmente.
Respecto a la primera: es bastante incoherente criticar las descripciones y presentaciones de personajes por esta razón, y dos líneas más abajo, alabar la excelente construcción de un mundo donde todo encaja (personajes, tiempos, relaciones). Desde mi (madura... vale, viejuna) experiencia lectora, no catalogaría este texto como libro-montaña (de los que cuesta subir, pero cuando contemplas las vistas desde la cima valoras el esfuerzo). Desde la primera línea me sentí atraida por lo que le ocurriría a este ser cuyo primer recuerdo era la muerte de su madre en su nacimiento, o incluso el estado idílico de la placenta.
Y en cuanto a la segunda, entiendo que esta es LA preocupación de esta edad, pero no deja de sorprenderme como oscurece -vamos ciega- el resto de características que me han encantado: la atención a los “grotescos”, la búsqueda de su genealogía y, por tanto, identidad.
El conflicto por la aceptación de la propia esencia, de lo que nos hace únicos y distintos al resto, de aquello por lo que somos un “no-otro”, debatirnos entre lo que somos y lo que queremos ser, se vuelve insoportable si lo que somos implica tener escamas en la cintura y poderes de dragón, y lo que queremos ser es una simple humana.
Este libro es la presentación de Seraphina, hija de dragona encubierta en cuerpo humano (saar) y un hombre, mutante destinada a habitar dos mundo en una paz acordada pero con unas diferencias irreconciliables.
Siendo esta historia heredera de toda la tradición fantástica (con su dragomaquia) y, a la par, de los mundos de Marvel y sus X-men, resulta increíblemente original en la construcción de la historia y de los personajes. En este sentido, es incisiva su crítica a una sociedad dividida en estamentos (o “castas” que dirían algunos ahora) relacionados entre sí por el odio en los sectores mayoritarios, y por la permanente defensa de la coexistencia en paz y aprendizaje de las mutuas diferencias, desde las minorías intelectuales. Ideal tan ilustrado como olvidado, quizás por eso, tan sorprendente que sea el hilo conductor de una historia para jóvenes.
Esquemática y visualmente el libro lo dejaría así:
Lo mejor, la inclusión de un jardín mental con sus grotescos, a los que tiene que cuidar cada noche, y que habitan ambos mundos.
Lo más trágico: una madre en formato recuerdos que la desmayan, la desarman y casi la destruyen, cada vez que se hacen presentes.
Lo peor: la arquetípica y trasnochada historia de amor entre el príncipe (al que le gusta la rarita que se le resiste) y la que se considera fea y de otra clase social (enamorada de imposibles y adicta al rechazo).


YO, ASESINO - Antonio Altarriba y Keko

 “Yo coma asesino” porque es la característica que define al protagonista y porque es su presente continuo, lo que da sentido y coherencia a su existencia.
Como si de Frank Miller se tratara estos autores españoles explotan en este cómic el resaltado en rojo sobre viñetas en blanco y negro para la sangre, el fuego, la manzana de blancanieves o el corazón de la mística del cuadro. ¡Qué alegría empaparse en cada página de la coherencia entre el texto y la imagen! Por algo lo llaman novela gráfica.
Y en este en concreto con mayor motivo, siendo el protagonista un catedrático de Arte a la par que asesino. Una persona que se implica en el proceso creativo del arte de matar, con referencias sublimes -y explícitas- a la historia de las ideas estéticas: De Quincey (Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes), Zizek (Sobre la violencia) o Girard (La violencia y lo sagrado).

Cada muerte, única en el modus operandi, porque pretende subvertir su valor, despojarla de las falsas justificaciones con las que se practica (honor, venganza, justicia, fe) y recordar con sus intervenciones al resto de los mortales que los humanos somos crueles y que en nuestra naturaleza radica el mal.

Distintas formas de mirar el agua – Julio Llamazares

El agua y la muerte, la gran analogía, la clásica relación y, sin embargo, tan refrescante en este sombrío texto que Julio Llamazares nos propone para recorrer, como si fuéramos un río, las tres generaciones que acompañan las cenizas del difunto abuelo, para que vuelvan al -ahora sumergido- lugar en que nacieron.
Cada voz, mejor, cada pensamiento, pues solo se expresa para la despedida (esposa, hija, nieta, pero también, cuñado, sobrino e hijo, entre otros) expone, no sólo sus diferencias en el mirar al agua -y entender cada cual su significado- sino las diversas maneras de enfrentarse a la historia, a las relaciones y a la comprensión del mundo. O a la necesidad de conocer y aceptar lo ocurrido como condición de posibilidad del cambio.
Por otra parte, no se debe dejar de mencionar el homenaje a Unamuno y a su San Manuel, con ese lago que reflejaba las montañas y con el personaje menospreciado (Blasillo, “el bobo”) pero único poseedor -o al menos el que más se acerca- de la verdad. Y la simbología: heredada y cargada de nuestra tradición literaria.
Queda dicho, y suena repetido, pero es merecido recordar que este escritor revive la novela como un ensayo vital, un ejercicio de apertura a las profundidades de la psique humana y un verdadero placer al deleitarnos en la potencia de las palabras y de las historias. Importa -y mucho- lo que se cuenta. Pero es que además: ¡qué bien contado!